miércoles, 14 de marzo de 2012

Pedagógicas

Carla Wainsztok. Soy mamá y docente. Soy la mamá de Malena. Male va a la escuela Manuel Láinez; una escuela integradora de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Una de las tantas escuelas a las cuales el ingeniero que nada sabe de pedagogías quiere cerrarle sus cursos.

Soy docente, doy (no como donación sino don) clases. Doy clases de Pedagogía, Pedagogía Social, Filosofía y Teoría Social Latinoamericana, de toda esa mezcla maravillosa de conceptos, categorías, metáforas, imágenes estamos por “dar a luz” la Cátedra de Pedagogías Latinoamericanas.

No sé si es la primera cátedra, sé que era una deuda pendiente en la formación de nuestros docentes. Nos interesa que las maestras y los maestros puedan inscribir sus prácticas, sus experiencias en las pedagogías de Nuestra América.

Ser una maestra o un profesor de Nuestra América es una elección, no tiene que ver con haber nacido en el continente sino por elegir, construir, soñar e imaginar con una escuela pública popular. Una escuela que sea capaz de incluir, una escuela generosa, solidaria, alegre es decir una escuela henchida de vida.

Las escuelas que imagina el ingeniero que nada sabe de pedagogías no son latinas, son escuelas para pocos, como esta ciudad que es para pocos.

Podemos decir sin temor a equivocarnos que existen dos proyectos pedagógicos; en el proyecto del ingeniero se censuran los manuales, se intentó quitar las becas, se quiso alimentar a nuestros pibes  en base a soja, se pueden cerrar los cursos.

Una escuela latinoamericana es una escuela para todas y todos. Es una escuela que nos enseñe a pensar, a sentir desde Nuestra América. No se trata de negar los aportes de otros continentes u otros tiempos sino de leerlos desde nuestras identidades indoamericanas, afrodescendientes, inmigrantes, hijas/os de inmigrantes, nietas/os de inmigrantes. Somos alpargatas, libros y netbooks.

Incluso si la pedagogía nos convoca con el porvenir, con la esperanza, con la alegría, no podemos desoír los dolores “distantes” de otros sures. ¿Hay algo “del orden de lo extraño” frente al sufrimiento de las/os otras/os? Creemos que una de las características de nuestras pedagogías es que nada de lo humano nos es ajeno.

La escuela que anhelo para Male y todas las niñas y los niños es una escuela donde se enseñe la alegría y, el orgullo de ser parte de este continente que ha comenzado ha conocerse y reconocerse.

Hoy en un aula, en un abrazo a una escuela, en una carpa un/a docente vuelve a susurrar venimos a enseñar con alegría, porque somos artífices en la interrupción de los destinos prefijados.

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